El delito menor en San Luis se disparó. “Motochorros”, “entraderas” y “arrebatos” son el pan de cada día. Por César Albarracín
Se habla de “mucho consumo de droga” y de que “todo el mundo” sabe dónde se vende, pero nadie mueve un dedo. El tema escaló hasta lo más alto del poder: por un lado, el Ministerio de Seguridad; por el otro, la Justicia. Y la pregunta es: ¿a quién le echamos la culpa?
Resulta tentador culpar a la Policía o a la Justicia para desahogarnos, para explicarnos la situación a nosotros mismos. El problema es que no resolvemos nada. Encima, la gente se ceba con el chisme de “acá venden droga, allá viven los chorros” y se indigna porque no hay respuestas claras. Esto termina minando la credibilidad en todo el sistema.
En el medio, los medios (valga la redundancia) juegan sus fichas. Los oficiales se la agarran con la Justicia; los opositores, contra el Ministerio de Seguridad. Todo se reduce a un ajedrez electoral: unos quieren que el “elector” (no el ciudadano) odie a la Justicia, otros que odie a Seguridad. Al final, al vecino común lo roban siete veces y nadie se hace cargo.
El calor, la economía y el oportunismo
¿Por qué hay más robos? Puede ser el calor —hay estudios que dicen que sube la criminalidad con altas temperaturas—, puede ser la crisis económica, la droga que está más cara, la falta de empleo. ¿Justificamos al ladrón? Para nada. A un vecino le entraron a robar siete veces el año pasado, y hace unas semanas corrió durante dos cuadras a un tipo que se me metió en su casa. ¿Y qué encontró? Había separado incluso juguetes para llevarse. Insisto: no defiendo a los chorros, pero si no diagnosticamos el problema, ¿cómo lo vamos a curar?
La Policía: en un rol complicado
En Villa Mercedes, al menos, los patrulleros pasan con las luces prendidas. Pero no son omnipresentes. Los delincuentes aprovechan cuando la gente no está y golpean las manos para ver si hay alguien en casa. Son oportunistas, no magos. La Policía hace lo que puede, pero los ladrones siguen entrando.
La Justicia: “entran por una puerta, salen por la otra”
Es la frase que todos repiten. ¿Pero cómo funciona la Ley? El juez está para cumplirla, no para inventarla. Si el ladrón ofrece una compensación y la víctima la acepta, legalmente se cierra el caso. ¿Va a volver a robar? Probablemente. Pero el juez no puede hacer más de lo que marca el Código. De ahí la manía de machacar contra “la Justicia” sin matices. A esto le sumamos el eterno reclamo salarial de los empleados judiciales. En San Luis, la escala es la más baja del país. Incluso hay jueces que ganan poco más que un empleado de comercio acomodado.
Entre el “amiguismo” y el “escándalo”
El juez federal Nacul metió el dedo en la llaga acusando a toda la sociedad, y en particular a la Justicia y a los abogados de Villa Mercedes, de ser cómplices en el consumo de drogas. Después pidió perdón, pero sembró la duda. ¿Dónde están las pruebas? ¿Hay causas que respalden esas afirmaciones?
Independencia de poderes, un chiste repetido
En San Luis, el Superior Tribunal de Justicia se entrelaza con el Poder Ejecutivo. Un exintegrante renunció y salió corriendo a asesorar al entonces gobernador, Alberto Rodríguez Saá. Así de claras están las cosas.
Llamado al gobernador Poggi
Lo veo trabajando, con agenda. Pero le pediría que dialogue con la Justicia antes de tirarle palos por la inseguridad. Usted es el gobernador, contador, sabe de números y gestiona el presupuesto. No puede pelearse con la Justicia, porque termina perjudicando al ciudadano de a pie, que se queda sin soluciones ni decisiones claras.
Un tirón de orejas para Alberto Rodríguez Saá
Entiendo la estrategia: la seguridad es el punto débil y ahí se pega. Pero el país está mal, la delincuencia sube, y usted no va a sufrir los robos como el resto de la gente, que no tiene custodia oficial. No use esto como un ring político.
Un debate urgente
Propongo un gran consejo de seguridad: un encuentro público de todas las partes —Poder Judicial, Ministerio de Seguridad, Legisladores, Intendentes, asociaciones barriales— en el que cada uno exponga, sin filtros, sus necesidades y cuente lo que pasa de verdad en la calle. Si hacen falta nuevas leyes, que se discutan con expertos de acá y de afuera. Pero háganlo.
La sociedad también tiene un rol
No podemos comprar objetos robados y después quejarnos de la delincuencia. Las madres que saben que sus hijos roban, necesitan hablar con ellos. Los ladrones deberían pensar en su familia antes de dar el golpe. La política debe hacer su parte, el Gobierno la suya, las instituciones lo que les toca y los ciudadanos la nuestra. Cambiar las cosas es un trabajo colectivo; seguir tirándonos la pelota de un lado a otro solo agrava la crisis.