Fernando Salino, senador que responde a Alberto Rodríguez Saá, se alineó con el kirchnerismo y votó contra Ficha Limpia. Con su “no”, la ley que impedía postularse a quienes tienen condena en segunda instancia—incluida Cristina Kirchner—quedó a un voto de ser aprobada.
En política hay lealtades y feudos. El de Alberto Rodríguez Saá sigue intacto en el Senado gracias a Fernando Salino, un legislador puntano que, a la hora de la verdad, se quitó el disfraz de independiente y se abrazó al kirchnerismo más duro. Bastó su voto para volar por los aires la Ley de Ficha Limpia, el proyecto que hubiera dejado fuera de la cancha a cualquier candidato con condena firme por corrupción—léase Cristina Fernández de Kirchner.
De “convicción federal” a convicción cristinista
Hace dos meses, Salino se despachó con una puesta en escena: se fue del bloque Unión por la Patria para montar la bancada de “Convicción Federal”. Puro humo. El miércoles, cuando la ley necesitaba 37 votos y llevaba 36 a favor, Salino hundió el botón rojo. Con él, también votaron los fieles K y dos misioneros del Frente Renovador que atendieron el llamado de la Vicepresidenta. Resultado: 36 a favor, 35 en contra, ley muerta.
Excusas de manual—y de manual viejo
Salino le habló a la tribuna, pero con el libreto que escriben en la sede de Santa Cruz:
“La norma es inconstitucional.”
“Limita la voluntad popular.”
“Sin Justicia limpia no hay Ficha Limpia.”
Siempre la misma cantinela: si la Justicia condena a los míos, está sucia; si condena a los otros, es impecable. Para rematar, citó a Brasil y a Lula como ejemplo de que la ley “posibilita el fraude”. Nadie le recordó que Lula volvió y ganó en las urnas sin necesidad de limpiar su prontuario con el Congreso.
El trasfondo: blindar el pasado y garantizar el futuro
En San Luis, Alberto mira con pavor la posibilidad de que las mismas reglas que castiguen a Cristina terminen rociando a su propio clan. Entre juicios por contratos truchos y manejo turbio de fondos, un Rodríguez Saá debe soñar con Ficha Limpia tanto como un vampiro con agua bendita. Así, Salino paga la cuota de lealtad y, de paso, mantiene la puerta abierta para futuros favores palaciegos.
Ganó la impunidad, perdió el votante
En su intervención, el senador afirmó que el ciudadano “pide empleos, mejores salarios, inclusión”. Cierto: también pide que los condenados no vuelvan a ocupar cargos—pero esa parte no la escuchó. Prefirió hablar de “baños de transparencia místicos” y acusar a los impulsores del proyecto de “patear la pelota”. La realidad es otra: pateó la pelota fuera del estadio para que los de siempre sigan jugando.
Con su voto, Fernando Salino aseguró que Cristina Kirchner podrá emprender otra campaña sin que su condena estorbe. También demostró que, cuando de blindar a los propios se trata, el peronismo feudal de San Luis y el kirchnerismo porteño son la misma sociedad anónima. Y que el Senado sigue siendo el refugio donde la política se cuida las espaldas—y, sobre todo, las fichas.