Un equipo del INIFTA-CONICET demostró que cuatro minutos bajo estas lámparas bastan para desactivar la tirosinasa —enzima que produce melanina— y generar compuestos fototóxicos. El hallazgo reabre el debate sobre la falta de advertencias y controles en un dispositivo de venta libre.
Hace cuatro años, la investigadora María Laura Dántola, docente en el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA, CONICET-UNLP), advirtió que muchas alumnas mantenían una manicura impecable toda la semana. Averiguó que usaban esmaltes semipermanentes y lámparas LED UVA visibles que secan el producto en cuestión de minutos. Preocupada por la frecuencia de uso —una vez por semana, a potencia máxima— se propuso estudiar qué ocurre en la piel expuesta a esa radiación.
Qué se descubrió
El estudio, publicado en Chemical Research in Toxicology, sometió a compuestos cutáneos naturales a ciclos de cuatro minutos, equivalentes a una sesión típica de manicura. Tras la exposición, todos los compuestos analizados sufrieron alteraciones químicas. Entre los más afectados estuvo la tirosinasa, enzima responsable de sintetizar melanina, el pigmento que protege frente a la radiación solar.
“Mostramos que la lámpara moderna, aun sin la antigua radiación UVA dura, provoca cambios comparables a los que causa el sol del mediodía en primavera”, señaló Mariana Serrano, coautora del trabajo.
Los compuestos modificados absorben luego la luz y generan especies reactivas que dañan lípidos y proteínas: el mecanismo clásico de fototoxicidad y fotoalergia vinculado a envejecimiento prematuro y cáncer de piel.
Por qué importa
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El dispositivo es de venta libre, barato y sin advertencias sanitarias.
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Su uso semanal expone las manos a una dosis acumulada de radiación que supera con creces la de la vida cotidiana.
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La pérdida de función de la tirosinasa deja sin “paraguas” de melanina a la piel expuesta, aumentando la vulnerabilidad frente al sol.
Qué recomiendan los investigadores
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Etiquetado claro sobre riesgos y frecuencia de uso.
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Medidas de protección —guantes de dedo recortado o filtro solar— antes de cada sesión.
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Regulación que obligue a los fabricantes a informar potencia y espectro de emisión.
“El problema no es la técnica en sí, sino el uso indiscriminado y sin información”, subrayó Serrano. “Con datos, la gente puede decidir si vale la pena asumir el riesgo.”
Próximos pasos
El grupo del INIFTA planea ensayos in vitro con células cutáneas humanas para medir daño genético y evaluar si la fototoxicidad se potencia con otros cosméticos. Mientras, los autores instan a dermatólogos y salones de belleza a advertir sobre la frecuencia de exposición y a promover barreras físicas.
La manicura perfecta, concluyen, no debería costar la salud de la piel.