En la previa del Día Mundial Sin Tabaco 2025, los últimos datos de la OMS exponen una crisis de salud pública que provoca más de ocho millones de muertes globales cada año—45.000 de ellas en la Argentina—y que avanza sobre los jóvenes con cigarrillos económicos, armados y electrónicos.
El 31 de mayo se conmemora el Día Mundial Sin Tabaco, una fecha instaurada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para visibilizar los perjuicios del consumo y la exposición al humo de tabaco. Lejos de remitir, la epidemia mantiene cifras que hablan por sí solas:
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8,1 millones de muertes anuales en el planeta se atribuyen al tabaquismo.
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De ellas, 1,3 millones corresponden a fumadores pasivos—personas que nunca prendieron un cigarrillo pero conviven con su humo.
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El 80 % de esas muertes ocurre en países de ingresos bajos y medios, donde las políticas de control suelen ser más débiles y los tratamientos de cesación resultan inaccesibles.
Una prevalencia que no cede
Según la OMS, el 22,3 % de la población adulta mundial fuma. La brecha de género sigue siendo profunda: 36,7 % de los hombres consume tabaco, contra 7,8 % de las mujeres. Entretanto, la industria fija la mira en los jóvenes: 37 millones de adolescentes de 13 a 15 años ya consumen algún producto de tabaco.
El caso argentino
La Argentina no escapa a la tendencia. El Ministerio de Salud estima 45.000 muertes anuales atribuibles al tabaquismo—más que las producidas por accidentes de tránsito, VIH y homicidios juntos.
La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo muestra que, si bien la prevalencia general se redujo en la última década, emergen tres signos de alarma:
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Cigarrillos armados: el 10 % de los fumadores los elige por su menor precio y escasa regulación.
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Edad de inicio: el primer cigarrillo llega, en promedio, a los 17 años, pero se adelanta en los estratos socioeconómicos más bajos.
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Adolescentes: entre estudiantes de 13 a 17 años, el 20,4 % consume tabaco convencional y el 7,1 % usa cigarrillos electrónicos, dispositivos promocionados como opción “menos dañina” pero que mantienen la nicotina y la adicción.
El desafío pendiente
Especialistas en salud pública coinciden en que la Argentina necesita reforzar cuatro frentes:
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Suba sostenida de impuestos y equiparación de precios entre cigarrillos industriales y armados.
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Ambientes 100 % libres de humo—incluidos bares y espacios al aire libre concurridos.
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Controles estrictos a la publicidad encubierta y empaquetado neutro para todo tipo de producto con nicotina.
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Programas de cesación gratuitos y accesibles, sobre todo para poblaciones de bajos ingresos.
Mientras la industria tabacalera diversifica sus formatos para retener y captar consumidores—desde sabores frutales hasta dispositivos electrónicos—los organismos sanitarios insisten: no existe nivel seguro de consumo. El único camino para evitar la epidemia silenciosa del tabaco es la prevención, el abandono definitivo y la protección de las nuevas generaciones frente a una adicción que, año tras año, sigue cobrando vidas.