228 años pasaron del nacimiento de Juan Crisóstomo Lafinu, una de las figuras más brillantes de la provincia de San Luis, el olvido oficial parece haberle ganado la partida al reconocimiento.
Sin actos, homenajes ni gestos de las autoridades provincial, el aniversario del libre pensador, poeta y filósofo admirado incluso por Jorge Luis Borges, pasó desapercibido.
Lafinur no fue solo un talentoso escritor y docente; también fue un hombre de ideales profundos, comprometido con la educación, la libertad y el progreso. Su vinculación con la masonería, institución que promueve valores como la fraternidad, la igualdad y el conocimiento, fue una extensión natural de su pensamiento y su lucha por construir una sociedad más ilustrada. En las logias masónicas, compartió con otros grandes hombres de su generación el sueño de una Argentina independiente, justa y educada.
Sin embargo, en la actualidad, su nombre parece haber sido relegado a los márgenes del discurso oficial. Ningún acto recordó su aporte a la cultura y al pensamiento argentino, y ni siquiera se aprovechó la ocasión para promover visitas al Museo de la Poesía Manuscrita, ubicado en su pueblo natal de La Carolina, un destino que años atrás había captado la atención internacional al ser reconocido como uno de los pueblos más bellos del mundo.
Es desconcertante que un hombre cuya obra y legado representan los valores más altos de la puntanidad sea ignorado de esta manera. Su defensa de la educación como motor del cambio social, su poesía cargada de ideales patrióticos y su participación en círculos intelectuales como la masonería lo convierten en un símbolo de progreso que debería ser exaltado, especialmente en un momento en el que la identidad cultural de la provincia parece diluirse bajo la indiferencia gubernamental.
La falta de reconocimiento oficial no es solo un desaire a su memoria, sino un síntoma preocupante de la desconexión entre las autoridades y las raíces culturales de San Luis. Recordar y homenajear a figuras como Lafinur no es solo un acto de justicia histórica, sino una forma de reafirmar el compromiso con la educación, la cultura y el desarrollo intelectual, pilares sobre los que se debería construir cualquier sociedad que aspire a un futuro mejor.
Mientras tanto, la figura de Lafinur sigue viva en sus escritos, en las páginas de la historia y en la memoria de quienes reconocen que el verdadero progreso solo es posible cuando se honra a quienes abrieron el camino.