Cada 28 de mayo el país recuerda la publicación del Primer Reglamento Protocolar —dictado pocos días después de la Revolución de Mayo— y pone en valor la disciplina que garantiza orden, jerarquía y simbolismo en actos oficiales e institucionales.
El Día Nacional del Ceremonial y Protocolo se instauró en 1993 mediante el Decreto 1574/93 con el fin de destacar a quienes se dedican a diseñar y ejecutar la puesta en escena de los actos públicos, la correcta disposición de autoridades y la utilización apropiada de símbolos y formalidades.
La fecha no fue elegida al azar: el 28 de mayo de 1810 —apenas tres días después de la conformación de la Primera Junta— se emitió el Primer Reglamento Protocolar de la Revolución de Mayo. El documento fijaba, entre otras cuestiones, la precedencia de los miembros del gobierno patrio, la forma de trasladarse a los templos, la ubicación durante los oficios religiosos y el protocolo para recibir a delegaciones y vecinos notables. Aquel texto fundacional buscaba dotar de orden, solemnidad y legitimidad a un poder que recién comenzaba a erigirse.
Con el tiempo, el ceremonial evolucionó: incorporó la normativa republicana, los tratados internacionales y las costumbres propias de cada provincia. Hoy la disciplina abarca desde cumbres de jefes de Estado hasta actos escolares, empresas, universidades y ONG, siempre respetando tres pilares básicos:
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Jerarquía y precedencia —quién ocupa cada lugar y por qué—.
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Simbolismo —banderas, himnos, escudos y sus correctas disposiciones—.
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Comunicación institucional —que el mensaje político se refuerce a través de la forma—.
El aniversario invita a reconocer la tarea de ceremonieros, maestros de ceremonia, asesores de protocolo y formadores que trabajan a menudo en silencio para que los eventos públicos se desarrollen sin sobresaltos y transmitan la imagen y el respeto que la función pública demanda.
En tiempos de hipercomunicación y exposiciones instantáneas, el ceremonial continúa demostrando su vigencia: una ceremonia clara, ordenada y simbólicamente precisa sigue siendo, como en 1810, un instrumento de legitimidad y cohesión social.