Esta semana volvió una de las pesadillas de todos los veranos: las manadas de motos. Esta costumbre de muchos jóvenes que salían en grupos de, a veces, hasta 100 vehículos, había disminuido su frecuencia en los últimos años.
Cabe recordar que, en su auge, hace unos ocho años, los motociclistas que solían pasear por el centro de la ciudad, y dar vueltas por la plaza San Martín, en un operativo llegaron a atropellar el cochecito de una madre con su bebé en la misma plaza, y en otros hirieron agentes de tránsito y algún efectivo policial. En aquel momento, a pesar de la cantidad de contravenciones e ilegalidades de las manadas de motos, no se estilaba el modus operandi de los “motochorros”, que hoy sí se ve en Villa Mercedes luego de la llegada de una ola migratoria de individuos de otras provincias a los barrios de las periferias, que sucedió en el 2023.
En el último operativo de esta semana, un grupo de jóvenes que huyo del mismo, y fue detenido a las pocas cuadras, se quejó en las redes sociales de las altas multas que recibieron, aun teniendo documentaciones al día, y olvidando que la conducción peligrosa se encuentra estipulada en la ley 26.362 y establece prisión de tres meses a seis años, mientras que huir de un funcionario público, resistirse, y desobedecer, tiene una pena de 3 meses a 1 año, según el artículo 556 del código penal.
A su vez, el actuar en manada y provocar desorden público, también se encuentra penado por la ley en el capítulo III, artículo 557 del Código Penal.
La posibilidad de que entre estos grupos se mezclen y vinculen posibles “motochorros” y otro tipo de delincuentes, implica ya no solo un problema para la sociedad, sino también para los jóvenes que, por rebeldía o simple comportamiento de manada, se suman a estos peligrosos recorridos por la ciudad.
La pregunta que hoy surge al ver, no solo las manadas de motos si no también la posterior reacción de los conductores irresponsables al ser multados, es ¿dónde se encuentran las familias de estos jóvenes?. La picardía de un joven acelerando sin casco en una “picada”, o el pasearse de manera peligrosa desafiando a los funcionarios policiales e inspectores municipales, no suele terminar bien. Hubo una época en que Villa Mercedes se encontró lleno de estrellas amarillas pintadas, y madres llorando por la cantidad de accidentes vehiculares.
Multar y quitar motocicletas puede ser una pelea contra molinos de viento sin la ayuda de la misma sociedad, de las familias de los jóvenes conductores, y de los mismos grupos de chicos que pueden escoger entre manejar de forma responsable, o arriesgarse a multas, accidentes, perder el vehículo, o perder la vida.