La reserva privada ubicada entre La Carolina y San Francisco del Monte de Oro fue incorporada al Sistema de Áreas Naturales Protegidas de San Luis. Sus 2.700 hectáreas, gestionadas con ganadería de manejo holístico, aseguran alimento y hábitat para la mayor ave carroñera de Sudamérica y refuerzan el corredor biológico en las Sierras Centrales.
Cuando en noviembre pasado un grupo de treinta cóndores andinos descendió sobre un carcazo en plena cota de 1.600 metros, la imagen recorrió los chats de ornitólogos y conservacionistas como una postal inusual de las Sierras Centrales de San Luis. Aquella escena terminó de convencer al Programa de Conservación del Cóndor Andino (PCCA) de la relevancia de Piedra del Agua, la reserva privada de 2.700 ha que Raymond Florin y Lilian Brodtmann administran desde hace más de una década.
El 13 de febrero, tras superar los estudios técnicos del Ministerio de Medio Ambiente provincial, el predio fue declarado Área Natural Protegida Privada e incorporado al Sistema Provincial (SAMP). Con ello se transformó en el cuarto establecimiento gestionado por particulares que se suma a la red creada por la Ley IX-0309-2004 durante la primera gestión de Claudio Poggi.
Pastizal productivo y refugio de altura
De las 2.700 ha, unas 600 se mantienen exclusivamente para conservación; el resto combina ganadería bajo manejo holístico y pastoreo rotativo. El sistema —avalado por la Alianza del Pastizal y la Fundación Vida Silvestre— apunta a regenerar los suelos: períodos estrictos de descanso permiten que las raíces profundicen, que el carbono se fije y que la cobertura vegetal se mantenga todo el año. Esa alfombra viva es clave para insectos, pequeños mamíferos, zorros, aves rapaces… y, por supuesto, para el cóndor, que precisa carroña abundante y cielos despejados para planear.
El PCCA subrayó que Piedra del Agua “fortalece el corredor biológico del cóndor andino entre Córdoba, San Luis y San Juan” y se convierte en un punto estratégico para eventuales liberaciones de ejemplares rehabilitados.
Crítica masa de iniciativas privadas
La flamante designación se suma a las de “Don Félix y Sacha Juan” (Merlo), “La Siempre Viva” (Chipiscú) y “Quebrada del Palmar” (San Francisco), integradas al SAMP en septiembre pasado. El objetivo provincial es tejer un mosaico de propiedades que, sin abandonar la producción, aseguren corredores para especies amenazadas, protejan nacientes y mantengan funciones ecológicas.
Cada santuario, recuerdan en la cartera ambiental, genera servicios ecosistémicos: regula el clima local, previene la erosión, captura CO₂ y aporta un laboratorio a cielo abierto para ciencia y educación. En Piedra del Agua, donde las tropillas bovinas conviven con bandadas de loicas y vientres de guanaco, el cóndor encontró un patio gastronómico seguro y el turismo de naturaleza, una postal impensada hace solo una década.